Minificción
Bien común
Por Lorena Vasconcelos
Todo sucedió en menos de tres minutos. Suficiente para una línea de tiempo cargada de ira en la que Alfonso leyó el correo, aventó los pedazos de carta al piso, tomó el bonche de papeles amontonados en la mesita del rincón y lo lanzó por la ventana al contenedor de la calle.
Al siguiente día, el ego vencido lo llevó a empujones hasta el depósito de basura. Nada. Vacío como todo los domingos desde temprana hora. Su antología poética no había ganado la convocatoria y la editorial advertía que no habría devolución del material. La única copia estaba ahora en manos de un no sé quién, que en adelante compartiría poemas sobre la vida y el amor a sus compañeros en la unidad de reciclaje, a las vecinas del barrio o a la banda de la cascarita de fut y chelas de cada domingo.
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